Eventos & Medidas extraordinarias

31.08.2020

Cientos y millones de personas se encuentran en sus hogares, encerradas, privadas de conocer otro lugar que no sea el meramente cotidiano o simple de sus hogares. Para algunos puede que sean más de cuatro paredes, sin embargo para otros quizás lo sea, literalmente.


El ahogo rutinario que dirige algunos comportamientos psicológicos del ser humano a debatirse uno tras otro, incitando el control de todo, acabando en insomnio, ansiedad, irritabilidad, estrés, síntomas somáticos e incluso las características personales que también son factores determinantes, nos llevan a concluir que nuestro estado en confinamiento puede atraer resultados no favorables para nuestra salud mental y física.


Es por esto que muchos profesionales, han insistido en algunos métodos para apaciguar dichos resultados, sin embargo, creo que el golpe más fuerte al que todos nos hemos visto involucrados es al fenómeno de seguir teniendo obligaciones o responsabilidades que atender, pero con una rutina que no avanza, donde nos encontramos estancados.

¿Quién no deseó alguna vez "parar el mundo, bajar y volver a continuar"?, es tan utópico como la frase misma, sin embargo, esto no estuvo tan lejos de la propia realidad en la que el mundo se vió afectado. Nos vimos desorientados, siguiendo un camino que veníamos recorriendo y que de pronto ya no parecía tan firme o frondoso. La pandemia del coronavirus ha transformado nuestros hábitos cotidianos de una forma muy particular, dentro de estas se encuentra el novedoso protagonismo que han adquirido las plataformas y modalidades digitales en actividades que antes considerábamos inviables. Permitiéndonos cumplir con dichas obligaciones y responsabilidades, pero de una manera en la que no se note que todo ya es diferente.


No es sorpresa de nadie saber que desde hace ya unos 20 años la tecnología ha adquirido un rol fundamental en tareas o información con la que trabajamos cotidianamente, que quizás ya sean hasta invisibles a nuestros ojo y entendimiento.


Sería raro encontrar jóvenes en un promedio de edad por debajo de los 25 años que se cuestionen comprar un reloj de aguja o de pulsera, ya que dicha información nos es brindada, por todo tipo de plataformas multidisciplinarias y en el caso que así sea, seguramente el comprador busque un reloj que también reciba sus mensajes de whatsApp, le hable de su ritmo cardíaco, cuente la cantidad de pasos que caminó en su día, le haga saber el clima, atienda sus llamadas o controle su playlist de Spotify.

Nuestro mundo ha cambiado, y el confinamiento lo ha dejado al descubierto. Estos cambios hacen un importante énfasis en el aprendizaje interactivo, lúdico y asociativo de las personas, uno creería que esto refiere solamente a niños y jóvenes, sin embargo, se ven involucradas todas las personas de diferentes edades, generando un gran impacto sociocultural.

La comunicación entre comunidades, y las nuevas normativas que permiten socializar de una manera virtual, se comienzan a estandarizar. Esa reunión presencial que pudo haber sido un mail, pasa a ser un zoom. El cumpleaños en el que la abuela no pudo asistir, se transforma en un zoompleaños y la interacción humana, comienza a desenvolverse de maneras inconcebibles en un tiempo pasado, pero aceptadas para un futuro.

Los recursos sociales que comienzan a experimentar las personas, tienen que ver considerablemente con la tecnología, brindandole un espacio a ese abuelo o abuela que no podía comunicarse con sus nietos debido a la brecha tecnológica generacional, haciéndolo a través de una tablet o de un simple teléfono. Podemos encontrar que estos vínculos se hicieron incluso más fuertes, observamos como el relato de un abuelo o anécdota que cuenta a sus nietos, hace que se sientan unidos en tiempo y espacio el uno con el otro, de una forma lúdica y recreativa.

Por otro lado, encontramos videojuegos y aplicaciones digitales que no solo permitieron un vínculo en comunidad desde sus hogares sin mirarse o intercambiar un gesto u opinión. Particularmente muchos de los juegos que se profundizaron y fueron elegidos por los usuarios en este tiempo, tienen que ver con la alternativa que ofrecen al permitir observar a sus oponentes, brindando la posibilidad de captar sus reacciones, risas o enojos. No es solo la emoción de jugar, sino que se genera una dinámica similar a la que vivimos en un juego de mesa. Ya no nos sentimos solos y abrumados, ahora compartimos experiencias. 

No olvidemos que este intercambio, es un espacio, educativo y lúdico, que se combina para sumarse a la "rutina". Dichos recursos, son variados, y en su mayoría por más simples o complejos que sean, cumplen las funciones de las cuales estuvimos hablando, ocurre una retroalimentación de acciones que frenan a la mente de pensamientos y actitudes negativas que nos confunden.

A partir de esto es que podemos responder a la pregunta: ¿Puede el juego familiar y en grupo ayudarnos a sobrellevar el confinamientos? y la respuesta es claramente, sí. Todos hemos experimentado cómo se nos renuevan las energías, o cómo ayuda un juego a soltar nuestras emociones.

El juego es vital, ya que desempeñamos papeles justamente diferentes, con normas diferentes, relaciones diferentes y además lo hacemos por un tiempo determinado. Esto es lo que asegura, Charo González Martín, doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación. Ella considera que el juego es importante siempre, pero en periodos extraordinarios, como el que estamos viviendo, lo es aún más. "Si nos fijamos, jugar, cuando jugamos bien, supone sacar lo mejor con creatividad de lo que tenemos a nuestro alcance y ¡qué mejor actitud ante una crisis como esta que sacar lo mejor con creatividad a lo que estamos viviendo!", "Cuando jugamos nos rejuvenecemos, sonreímos, nos vuelve la ilusión, el coraje, la colaboración o la competición... El juego es como si fuera un "portal", que nos traslada a otras dimensiones, a otros mundos, sin salir de este".

Redescubrir el juego y el espacio lúdico en casa en tiempos de coronavirus, nos demuestra que quizás la educación, tal cual la concebimos, nos aleja justamente de esta vivencia. Nos aleja de la experimentación y expresión de nuestros posibles talentos, haciendo que luego, como adultos no conozcamos estos puntos de nosotros mismos, y es algo que el confinamiento a demostrado en muchas generaciones reprimidas.

Segun Sugata Mitra, hemos tropezado con un sistema auto-organizado, aparece una estructura, sin intervención explícita del exterior, revelándose surgimientos, lo cual significa que el sistema empieza a hacer cosas para las que nunca fue diseñado. Tal como especula Sugata, y coincido en ello, el aprendizaje es un fenómeno emergente, en donde jóvenes y adultos pueden aprender de forma autodidacta, y en donde la tecnología juega un papel sumamente importante, en donde los límites del sistema no son tan estrechos como parece.

Está claro que la vida no es lineal, es orgánica. Creamos nuestras vidas en simbiosis mientras exploramos nuestros talentos, en relación con las circunstancias que contribuyen a crear para con nosotros. Es sobre la pasión, y de lo que entusiasma nuestro espíritu y nuestra energía, donde el tiempo toma un curso totalmente diferente, es la manera de alimentar nuestra energía. Se trata de personalizar las circunstancias y la personalización de la educación hacia las personas, en donde las mismas desarrollan sus propias soluciones, pero con un apoyo externo. Punto importante que el confinamiento nos ha asegurado.


La tecnología y todo lo que ello implica, dispositivos móviles, videojuegos, aplicaciones, entre otros, junto a la educación se combinan de una manera permitiéndole al ser humano profundizar en temas que incluso puede no tener noción de su existencia, se enfrenta, prueba, se equivoca e intenta absorber lo más que pueda, equivocándose una y otra vez, intentando nuevamente de una y mil formas.

Mediante este análisis, podemos concluir, que existen factores conocidos ampliamente por la mayoría de las personas hoy en día, pero que principalmente han tomado énfasis debido a la pandemia. Los límites educacionales, los métodos lúdicos recreativos e inspiracionales, las tecnologías que no habían sido bien aprovechadas, generan una retroalimentación significativa entre cada uno de estos puntos dejándonos como resultado más que simples experiencias lúdicas entre juegos y risas.

Un aspecto a destacar que me gustaría comentar, que si bien se basa en el estudio que expone el sociólogo y escritor Erving Goffman, da lugar y sentido a esta conclusión. La interacción entre las personas, centrándose siempre en grupos reducidos, muestran que nuestra vida es una pequeña obra de teatro. Según su teoría todos somos actores que causan una impresión en los demás como si fuera una audiencia, nos manejamos mediante símbolos y roles aceptados socialmente, tanto en la vida social, como en la vida digital, las redes y medios, en la vida educativa, en la vida profesional y en entre tantos otros.

En un espacio como la pandemia, dichas artes dramáticas dejan de tener lugar, y estamos sobre un escenario con el telón remangado sin nadie que nos aplauda. Estamos nosotros mismos, con nosotros mismos, valga la redundancia, y sin dudas es un espacio atípico y debido a esto es que buscamos todo tipo de recursos para reducir ese acto.


Es en oportunidades como estas, en las que uno deja a un lado todos los estándares sociales, se centra en la supervivencia de su mente y su cuerpo mediante recursos variados, pero que al final de todo, nos hace cambiar el rumbo de ese camino que dejó de ser firme y frondoso para nosotros.


Según Albert Einstein "la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a las personas y los países, porque la crisis trae progresos".

Así que, a partir de esto nos dejo una pregunta, si nuestra vida se mantiene exactamente igual a como era antes de todo esto, significa que ¿Aún no nos hemos equivocado lo suficiente para poder aprenderlo?.

Pedro Peregrino - Calle la provincia 5. Burgos. 09128
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